Uno de los grandes sueños que tuve en mi vida fue vivir una temporada estudiando en otro país. Me llevó muchísimos años y unas cuantas frustraciones poder lograrlo, pero no bajé los brazos, apliqué a becas en las que no quedé, elegí un máster, elegí otro, analicé vivir en una ciudad y luego en otra, llamé y fui a varios Consulados…

Cuando empezó esa idea de irme a estudiar afuera sabía que con una ciudadanía europea podía ser más sencillo, por eso me vinieron las ganas de tramitar una, ¡por qué estaba segura que de esa manera se me iban a abrir las puertas del mundo! Me costó muchísimo e indagué todas las posibilidades que creía tener, la española, la austríaca, la italiana, la francesa y hasta la portuguesa. En todas siempre encontré una traba y en ese momento la única palabra que se asociaba con la posibilidad de contar con una ciudadanía era “imposible”.