Antes de empezar a escribir sobre lo que quiero que charlemos hoy, quiero contarles que en mi vida sigo adaptándome a los cambios.
Sigo escribiendo desde Argentina y seguramente siga un tiempo más aquí…
Como siempre les digo, mi familia es lo primero y toca que estemos juntos, así que aquí seguiré.
Pero aunque en el día a día pueda disminuir un poco lo que les comparto en las redes, no quiero dejar de compartir este espacio que tanto me gusta.
Así que aclarado todo eso, pasamos al tema de hoy.
Una de las claves que siempre remarco como fundamental en la organización y preparación de la emigración es pensar “cuándo se quiere emigrar”.
Porque de ese fecha que fijemos en el calendario van a depender montones de trámites y cuestiones a organizar para que podamos llegar a tomarnos el avión con toda la tranquilidad que necesitamos.
Pero no fue hasta hace muy pocos días que no me puse a pensar, filosóficamente (?), en el tiempo y en cómo repercute en nuestros planes y en nuestro ánimo.
¿Que es mucho tiempo? ¿Que es poco tiempo?
Cada uno mide el tiempo desde su perspectiva, desde lo que está presente en su vida.
Pero lo que para mí puede ser mucho tiempo, para otros puede que no sea nada, y viceversa.
Y quizás pensar en emigrar en 2 meses para mí puede ser muy poco tiempo para prepararme y para otra persona pueden ser demasiados días que debe esperar para alcanzar su sueño.
Sumado a este pensamiento, hay algo más que me empezó a resonar mucho más con relación al tiempo y que, por lo general, es algo que sale en las conversaciones con clientas que están preparándose para emigrar, y es cómo medimos el tiempo en nuestra emigración.
Y acá, queridos lectores, no hay respuesta válida. Cada uno lo mide desde el paradigma de su vida, desde sus experiencias vividas y desde lo que esté preparado a afrontar.
Lo importante, es tener claros esos 3 puntos, que nos van a guiar en definir y medir nuestro tiempo, para que no nos gane la ansiedad, para no quedarnos frenados por el miedo, ni, mucho menos, que renunciemos a nuestros sueños.
Desde que decidí emigrar es que vengo adaptándome a los tiempos, algunos marcados por mí, otros por situaciones externas, pero ninguno me lleva a renunciar a mi sueño de vivir en otro país.
Y para cerrar, hay algo más que quiero dejarles para pensar y es en cómo medimos el tiempo en el que nos acomodamos, adaptamos y acostumbramos a ese nuevo lugar que elegimos para vivir.
Acá también les puedo decir que el tiempo va a depender de todo lo que nos vaya sucedido en el lugar elegido y el tiempo que nos pongamos nosotros para decir “me siento en casa, estoy feliz de la decisión que tome” o “este lugar no me gusta para vivir, o este lugar no es para mí, ya no quiero seguir perdiendo mi tiempo aquí y mejor pruebo con uno nuevo”.
Como verán, el tiempo es clave en nuestro proceso migratorio, pero lo más importante para poder medirlo es hacerlo nuestro y no dejarnos presionar por el afuera.
Les dejo un beso grande.
Y si les gustó lo que les compartí, pueden ayudarme a seguir compartiéndoles mucho más contenido como éste invitándome con un cafecito.
Rosario.
(Foto: Patio de los Leones de la Alhambra de Granada, seguro tenía una sonrisa gigante atrás de la cámara, porque fue un lugar que soñaba con conocer y amé conocerlo).
0 comentarios